El espejismo de la minería sostenible en España

Desmontando las afirmaciones de Ester Boixereu sobre las tierras raras en Ciudad Real

En una entrevista concedida a 20minutos.es publicada el 23 de marzo, Ester Boixereu, del Instituto Geológico y Minero de España (IGME) presenta una visión optimista sobre la minería de tierras raras en nuestro país, destacando su potencial y minimizando sus impactos ambientales y sociales. Sin embargo, con los datos en la mano, la realidad que presenta es mucho más compleja y preocupante. Por eso consideramos de interés público desmontar muchas de las afirmaciones de Boixereu, presentando la verdadera dimensión de los impactos de esta actividad, que el sector extractivo no reconoce.

En primer lugar el mantra de que «la minería moderna no contamina» no deja de ser un mito persistente. Boixereu afirma que la minería moderna ha reducido su impacto ambiental pero de ahí a decir que todo es un lecho de rosas media un mundo. Una vez más acudimos al último informe de la Fundación Nueva Cultura del Agua, que presentado en fechas recientes analiza con la ayuda de expertos de tres universidades (Huelva, Sevilla y Pablo Olavide) la dantesca situación provocada por la minería a gran escala en Andalucía dejando bien claro que las aguas hiperácidas, el drenaje ácido de minas (DAM), la contaminación por metales pesados y la degradación de ecosistemas acuáticos son problemas persistentes incluso en minas «modernas». De hecho este análisis documenta la extensa contaminación de ríos y acuíferos en Andalucía Occidental, que por desgracia resulta un incuestionable legado de la actividad extractiva. Y hay que recordar que la contaminación no es un evento puntual, sino que se trata de un proceso continuo que afecta a la calidad de los recursos hídricos, la biodiversidad y la salud humana. 

Para Boixereu «España tiene un gran potencial para la extracción de tierras raras» pero obvia que es un potencial [aún no probado] de alto coste porque si bien nuestro país alberga algunos yacimientos, la extracción y procesamiento de este tipo de elementos requiere grandes cantidades de agua y genera residuos tóxicos. Muy que le pese a la geóloga, además, con potencial actividad radiológica como señaló el Consejo de Seguridad Nuclear (CSN) al evaluar los proyectos de la empresa en su anterior intento. Al tratarse de monacita gris de menos intensidad que otros proyectos internacionales con porcentajes significativamente mayores de elementos radioactivos como el torio y el uranio, pero igualmente existentes. Por eso, querer comparar el caso con los granitos de Madrid -o si fuera menester, con la encimera de su cocina-, mueve a risa y recuerda aquella multinacional minera que en Asturias defendía el «inofensivo» uso del cianuro en la minería del oro que devasta montañas afirmando que este veneno también está presente en las pepitas de una manzana.

Lo que hay que plantearle a esta trabajadora pública es de dónde sacamos el agua, con una escasez persistente en muchas regiones de España que convierte la extracción y refinado de tierras raras en una quimera y una actividad insostenible. Quizás no sepa que el impacto hídrico fue una de las razones para cancelar el anterior proyecto de la empresa por parte de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha, en una decisión finalmente ratificada por el Tribunal Superior de Castilla-La Mancha.

¿Y qué decir de la «minimización» de impactos ambientales a la que se refiere Boixereu? pues que confiar en la autorregulación, las tecnologías modernas y las buenas prácticas de las empresas es como ponerle velas al santo. En este sentido, si algo nos hemos esforzado por demostrar en todo este periplo iniciado en enero de 2024 es la gran cantidad de proyectos mineros en España que no sólo no han cumplido esta promesa, sino que como bien refleja el último informe de la Fundación Nueva Cultura del Agua antes citado, han provocado auténticos desastres ambientales. Porque la falta de regulación efectiva, la opacidad en la información y la priorización del beneficio económico sobre la protección ambiental han llevado a la degradación de numerosos ecosistemas. Al final es Ester Boixereu Vila quien está muy pero que muy desinformada.

Lo de que la minería de tierras raras «es esencial para la transición energética» es una verdad a medias si consideramos que la extracción de estos elementos plantea un dilema ético y ambiental. Es ahí donde entra la búsqueda de alternativas como el reciclaje y la exploración y explotación de fuentes secundarias de la que ya se habla activamente, incluso a nivel ministerial. Quizás la geóloga no haya escuchado nunca a Antonio Turiel, el célebre físico del ICM-CSIC de Barcelona hablar de decrecimiento al recordar que a este ritmo los recursos van a durar muy poco y que o cambiamos el modelo o vamos directos al desastre. También podrían servirle, en estos términos, Alicia Valero, del Centro Tecnológico CIRCE, en Zaragoza, y sobre todo su padre Antonio, que lleva toda una vida clamando en el desierto frente al futuro que viene.

Por otra parte no podemos dejar de recordar que aquello de que «la minería genera empleo» es un argumento falaz. Empleo a menudo precario y de corto horizonte temporal -nunca tanto como se promociona por parte de las empresas mineras- pero a costa de un empleo de calidad ya consolidado que hace, por ejemplo, que Ciudad Real cuente a día de hoy con los mejores aceites de oliva virgen del mundo y un recurso turístico de altísima calidad. Olvida además la geóloga que los millonarios beneficios económicos se concentran en las empresas mineras mientras que las comunidades locales soportan los impactos negativos a largo plazo. ¿Sabe esta ínclita promotora del sector extractivo que los valles mineros concentran casi la mitad de los pueblos abandonados en Asturias? la realidad es que la supuesta creación de empleo de la minería no compensa sus muchos impactos negativos a nivel laboral en otros sectores como la agricultura o el turismo. Es que la estrategia de la «minería sostenible» no se sostiene desde ningún punto de vista. 

Porque claro, para Boixereu «se cumplen las normativas ambientales» (…) ¿y si no se cumplen, qué hacemos? ¿de qué valen las tan cacareadas «normativas ambientales» en casos como el de Iberpotash en Barcelona, Orovalle en Asturias, la minas de Touro y San Finx en Galicia o Cobre las Cruces en Andalucía? si algo demuestra el informe de la FNCA es que el cumplimiento de las normativas no es suficiente para prevenir la degración ambiental. ¿Sabe la geóloga que la Guardia Civil  ha denunciado a la mercantil Quantum Minería, promotora del proyecto «Neodimio», por buscar tierras raras sin licencia en la provincia de Ciudad Real?

En conclusión, la visión optimista -e irresponsable- de Ester Boixereu sobre la minería de tierras raras en España y el sector minero en general contrasta con la realidad documentada sobre el terreno y analizada por expertos. Porque esta actividad extractiva presenta numerosos impactos ambientales, sociales y también de salud pública que no se pueden minimizar con simples promesas de sostenibilidad.  Por eso es necesario un cambio de modelo que priorice, ante todo, la protección ambiental y social sobre el pelotazo económico especulativo a corto plazo, promoviendo la búsqueda de alternativas al extractivismo y la implementación de prácticas (y controles) que permitan confiar en el sector minero, algo que a día de hoy en España, desde luego, no puede ser considerado como tendencia general.


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